martes, 23 de abril de 2024

La motosierra

Georges Bernanos


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En la semana que muere O. J. Simpson, absuelto por un jurado americano del asesinato de su ex esposa Nicole y del camarero que la acompañaba, un jurado español declara culpable de homicidio al librero octogenario que en su casa de Ciudad Real mató de madrugada con su escopeta a un intruso hondureño armado con una motosierra, por lo que recibirá más sanción que la cumplida en su día por el carnicero Chaos por cada uno de sus asesinatos.


El jurado popular es un instrumento de la cultura jurídica anglosajona, basada en el precedente judicial, que no pide un gran conocimiento de las leyes, frente a la cultura jurídica europea, basada en el derecho romano, cuya complejidad requiere de un gran dominio técnico. Los constitucionalistas del 78, un ingeniero agrónomo y un director teatral, se apuntaron al jurado porque en su Constitución había de caber toda la moda, como en la planta de oportunidades de Sepu, y les salió un “monstruo de Horacio” (ver el arranque del “Ars poética”) que, por un lado, garantiza la inviolabilidad del domicilio, y por el otro, se abre a los jurados populares que condenan al librero ciudadrealeño por defenderse en su casa y que absuelven a los policías que con ariete echan abajo, sin orden judicial, la puerta de un domicilio donde se celebra una fiesta.


Los abogados siguen buscando una definición del concepto de Derecho –dijo famosamente Kant.


Pues que dejen de buscar, porque el Derecho, con los llamados Estados de Derecho, dejó de existir, y su lugar lo ocupa lo que Dalmacio Negro llama el “nihilismo jurídico”. Lo explicaban estos días “las expertas” de la televisora woke ABC con motivo de la muerte de O. J. Simpson:


Recordemos el contexto. No se trataba de que Simpson fuera culpable o inocente. Si preguntabas, todos te decían: “Oh, sí, él lo hizo”. Se trataba del Sistema. En el 92 habían quedado libres los policías que pegaron a Rodney King. Así que en el 94 tenía que salir libre Simpson. Después de todo, los policías matan más.


El fiscal del librero ciudadrealeño, que ignorará el cuento del molinero y Federico II, hacía al procesado la pregunta saducea de la casa, porque usted lo que defendía era la casa, ¿verdad? ¿Qué puede defender uno hoy en España, su casa, cuyo derecho de propiedad está a punto de extinguirse, o su vida, en una sociedad que proclama el aborto como “derecho humano fundamental”?


Todos estos disloques tienen un solo fin: la domesticación social. Tras el 45, observó Bernanos, y Muray lo recoge, se empezó a fabricar, a toda velocidad, en serie, “una humanidad dócil, cada vez más dócil, a medida que la organización económica, la competencia y las guerras iban exigiendo una reglamentación más minuciosa”. Somos la sociedad que aplaudía en los balcones a los carceleros que la confinaban ilegalmente, y la Constitución canta al despotismo ilustrado con la música prusiana de que “la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey”.


[Martes, 16 de Abril] 

De Epstein, Weinstein y otros chicos del montón



Orlando Luis Pardo Lazo

Cibercuba

23/06/2020 


En el 2013, recién aterrizados en Manhattan desde la Cuba carcelaria de los Castros, Yoani Sánchez y yo fuimos invitados a un panel especial con los directivos del periódico The New York Times.


En realidad, Yoani era por entonces la única invitada de invitada de interés para la agenda obamista del periódico. De suerte que mi presencia de francotirador tuvieron que tolerarla con una sonrisita nerviosa del tipo: “Vamos a ver qué bomba reaccionaria nos suelta el loco éste ahora aquí, ojalá le hubieran negado la visa o la salida de Cuba”.


En cualquier caso, en aquel atardecer de recién llegado, en un piso perdido en mi memoria dentro del edificio transparente del periódico, conocí personalmente a Nicholas Kristof, el periodista estrella que hoy me motiva a escribir esta columna, tras leer una anécdota que él contó hace justo un año en su sección personal del The New York Times.


Nicholas y su hija Caroline estaban comentando el penoso caso de censura y despotismo laboral en contra del afroamericano Ronald Sullivan, un profesor de derecho de la Universidad de Harvard, al que lo expulsaron sin miramientos de su puesto como jefe de la Casa Winthrop en el Harvard College. Y todo por realizar precisamente su labor profesional en tanto abogado, al tramitar para el cliente Harvey Weinstein, acusado de agresión sexual, la representación legal que le corresponde según el debido proceso al que todos los ciudadanos tienen derecho en la democracia norteamericana.


Para la hija del periodista, según confiesa su propio padre entre el sonrojo y la solidaridad, un decano universitario no debe defender a un presunto violador. Al parecer, representar a un sospechoso de delincuente, te convierte de pronto en un delincuente demostrado, de acuerdo a la lógica marxista de los liberales de última generación en los Estados Unidos.


Para colmo, como toda casa de altos estudios está saturada de estudiantes traumatizados en principio por algún tipo de asalto sexual, la simple presencia de un profesor de derecho experto en el tema sería ya una micro o macro agresión, una re-traumatización, y haría de Harvard entera una zona de guerra no segura para las alegadas víctimas y sobrevivientes de este delito.


Ser negro y defender a un blanco millonario, por lo demás, supongo que constituya un agravante para Sullivan, ante los ojos de la fiscalcita Caroline Kristof. Y esto sin abundar en los horrores que se le han dicho en la prensa a Donna Rotunno, la abogada defensora del susodicho Harvey Weinstein, una mujer acusada por los linchadores de izquierda de ser traidora a su propio sexo y casi cómplice de violación.


Así está hoy por hoy la mejor democracia de la historia de la humanidad. Hecha un ripio plañidero a costa de la demagogia de una justicia social que no es justicia, ni mucho menos es social. Pánico, histeria, miedo, mediocridad, envidia al genio del individuo, y mucho, muchísimo odio a la propiedad privada y la economía de mercado. Que, por cierto, es el único tipo de propiedad y la única clase de economía existente. El resto es retórica de imitación por parte de los totalitarios al estilo de los Castro. Con los que, me atrevo a aventurar sin necesidad de evidencia, la hija de Nicholas Kristof lo más probable es que no tenga ningún problema. Contra los Estados Unidos de América, todo.


Anécdotas parecidas circularon al respecto de Jeffrey Epstein, otro millonario blanco caído en desgracia por su libertinaje sexual. En este caso, hay incluso demasiadas sospechas de que en agosto de 2019 poderosos intereses lo suicidaron en una cárcel de Nueva York, antes de juzgarlo, no sólo para que no embarrara de semen financiado a toda la clase alta del país, sino también acaso para que ningún profesor universitario sufriera luego las consecuencias por defenderlo. Y, de paso, para que ninguna estudiantica de élite se sintiera manoseada por la mera presencia académica de dicho profesor.


A mediados del 2020, con el castrismo en la Isla y en el Exilio cogiendo impulso para adentrarse en su segundo medio siglo de vida, ¿qué esperanza queda para los cubanos en medio de toda esta decadencia de una democracia a punto ya de apoptosis, en aras de unas sufridas minorías que en realidad hoy están gozando de manera masiva? ¿Cuál será la fuente de inspiración para librarnos de la tiranía caribe, cuando el mensaje que rebota en la casa de nuestro imperialismo vecino es que cualquier sistema es preferible al sistema imperial?


Pienso en la hija de Nicholas Kristof. Pienso en mi propia hija de poco más de un mes de edad, ciudadana norteamericana por nacimiento. La peor tragedia de no tener patria a perpetuidad es ésta: ignorar quiénes serán nuestros hijos, entre otros hijos inocentes pero a su vez ignorantes de ellos ser parte de nuestra peor tragedia.


La libertad no tiene quien le escriba. Millones de hombres y mujeres en las sociedades abiertas darían lo que no tienen con tal de no vivir en libertad. Desprecio a la separación de poderes. Asco ante la imaginación. Indignación ante el concepto mismo de los derechos humanos, que son tildados poco menos que de un mito eurocentrista patriarcal.


Cubanos, a veces es mejor dejar de pensar. Es decir, dejar pasar. Pero a veces uno siente ganas de arrimar la tea incendiaria a la guardarraya de tanta guanajería anglo. Y al grito de “corneta, toque usted a degüello”, escribir columnas como cohetes a ver si despertamos por fin de nuestra pesadilla política de corrección. 

Martes, 23 de Abril

 


Vía libre

lunes, 22 de abril de 2024

Hughes. Real Madrid, 3- FC Barcelona, 2 El Madrid es esfera


@realmadrid



HUGHES

Pura Golosina Deportiva


El Madrid venía de la extenuación física de Manchester y del estrés resacoso de la gloria, y además estrenaba marcador, una especie de empíreo que rodea el estadio. Lo último antes de la capota eléctrica. Hay hipogeo, césped, primer anillo, segundo anillo, tercer anillo, palcos, los arbotantes ingenieriles, el videomarcador  y el techo. ¿No eran nueve también los niveles del universo dantesco? ¿No alcanza el Bernabéu una realidad de orbe cerrado como cielo o infierno, según se mire?


El videomarcador le cambia la cara al estadio y lo empantalla más. El marcador se hace gigante y panorámico. El Madrid es esfera. Pero la influencia psicológica primera de esto debería ser, por el tamaño del "luminoso", reforzar el resultadismo.


Había que dejar de pensar en esto, de mirar la pantalla (de buscarse narcisistamente allí) y mirar al Barça y la Liga.


El Madrid salía con seis centrocampistas dispuestos de tal forma que Modric y Kroos llevasen el peso del juego. Recordaba al famoso meme "yes, but".


El Madrid fue siempre a remolque. El rival se jugaba más y no fue el mejor partido de Ancelotti.


En los primeros minutos hubo un par de jugadas que nacían de la combinación rapidísima entre Tchouameni, que estuvo muy bien, y Modric. Pero el gol cayó culé. Un saque de esquina luchado por Kroos que no alcanzó Lunin y no defendió el propio Kroos, sobre el que Christensen saltó como quiso.


Tras el Numancia del Etihad, ahora en cada córner culé el Madrid temblaba como membrillo. Era algo psicológico. El Madrid no estaba tan junto, concentrado, determinado...


Pero, a cambio, sí tenía una realidad ofensiva, y muy rápido reaccionó al gol.


En el minuto 13, Cubarsí ya era "un central de época".


El Madrid caía sobre todo por la derecha, con combinatoria de precisión. Lucas llegaba donde Modric no podía, como una extensión. Como un lazarillo o como el que se aprovechaba de las cartas de Cyrano. Por ahí llegó el empate. Un penalti que marcó Vinicius tras inmensa jugada de Lucas, una "cafucada" sin ironía alguna. Una jugada de clase en la que Cancelo no fue cancela y en la que luego tuvo Lucas el honor de que Cubarsí le dejara epocalmente la pierna en clamoroso penalti.


El Bernabéu estalló, sonaba más, la acústica ha llevado el estadio a una cosa turca. Hasta el más inútil en la cocina sabe lo que sucede cuando se tapa la olla de hervir los macarrones.


Tras el gol, en el Madrid se percibió una caída en la agresividad. El Madrid atacaba y se frenaba un poco como Lamine Yamal, que empezaba ya sus elegantes evoluciones por la banda. Era colectivamente Lamine, hacía laminadas: se iba por fuera, se frenaba en seco, se volvía a ir, se volvía a frenar... Y cada córner culé era medio gol o incluso tres cuartos de gol, como uno que sacó Lunin con las manos hirvientes de una matrona... No estaba claro si entró o no y en la polémica descubrimos otro atributo del gol, que es ser indudable. El gol es lo indiscutible. Es lo cierto. Es lo que no admite duda. No es ninguna tontería porque sobre esa fortaleza epistemológica se fundamenta todo lo demás: el gol como Verdad del fútbol. De ahí el daño que hizo y aun hace el gol fantasma de Hurst en la final inglesa del 66 (los yeyés legítimos eran los madridistas ese año).



@realmadrid


El Madrid se hacía largo y se ahuecaba y Lamine empezaba a hacer sufrir a Camavinga, que se llevó una amarilla. No es que hubiera, precisamente, un gran sistema de ayudas.


El Madrid había bajado pero tras el bache acabó la primera parte creando peligro. Algunas jugadas en las que Vinicius buscó a Rodrygo, a un ay del remate. En ese repunte de fuerza final, se notaba que Kroos y Modric, mediocentro e interior, supuestos pulmones, carecían de agresividad y quedaban en evidencia con la pujanza de Valverde. Cuando se desataba su fuerza o la de Vinicius, con Bellingham lanzando tacklings, Kroos y Modric, tan legendarios y provectos, parecían las Campos.


Y esto no se notó menos tras el descanso, pues Xavi sacó a Pedri y a Fermín en su mediocampo. Fermín es una especie de Calderé que sale con un bono de faltas para cometer. Ferran parecía un expósito con ese corte de pelo. Aunque no sea de allí, la verdad es que La Masía últimamente tiene algo de inclusa. Los jóvenes del Barça son como las jóvenes actrices del cine español. Están para provocar una combustión de adjetivos en dos años y luego, cuando la flor se aja, a un cruel olvido.


Xavi había energizado su equipo y Ancelotti decidió que era ese el momento de hacer algo extraordinario: sacó sus manos de los bolsillos y realizó, ¡con las dos! un gesto como de insistir.


Sensibles al derroche gestual, los madridistas reaccionaron, Vinicius el que más, con un tramo de auténtica superestrella.


Los que quizás formen la pareja de mediocentros de la selección francesa estaban encerrados en la defensa. En el Madrid había algo contemplativo, una cierta indecisión. El bloque ni era alto ni era el de Manchester, estaba gallegueando. El Madrid no se iba del todo a por el partido y aun así no dejaba de parecer frágil.


En el 68, Lamine, el mejor culé de largo, recibió, controló, chutó y el rechace lo aprovechó Fermín. El 1-2 era un acierto de Xavi, y fue entonces, tras el gol, ya en el minuto 70, cuando Ancelotti decidió actuar. Cambió el lateral y retiró a Kroos, volviendo a la regla no escrita de sólo una vieja gloria en el centro del campo.


El Madrid tenía un enorme fondo del que tirar y, de nuevo, empató al instante, en una jugada con pase de banda a banda de Vinicius a Lucas, que remató de primeras como soñaba hacer Valverde. En la celebración, en el nombre de todos, Davide Ancelotti agarraba a su padre de la pechera.


Lo de Lucas es marmóreo, digno de monumento, pero ojo a Vinicius: gol y asistencia y una sensación de estar en todos lados y de tirar del carro, y hasta de la grada. Vinicius es a la vez Cristiano, Juanito y Raúl.


Pudo marcar un gol tan de época como Cubarsí en el 78, cuando Lunin le asistió con bello saque listado y él acabó ante Stegen, que sacó manopla milagrosa. Brahim miraba en el otro palo, pero ya Vinicius había sido demasiado generoso en una jugada anterior con Rodrygo.


Quizás por no marcar ese gol, cuando se retiró recibió muchos aplausos pero no la ovación sísmica que merecía. Vinicius ha sido el Cristiano cuando se fue Cristiano.


El partido lo había ganado Ancelotti antes, cuando Militao permitió que Tchoaumeni pudiera subir al mediocampo. Ahí el tresillo estaba en el salón, y no en la cocina ni en el pasillo.


De las míticas Campos quedaba Modric, que perseguía a Yamal hasta el lateral. Yamal tiene una ligereza de fondista. Es fino y escurridizo y exigía que los medios ayudaran al lateral, dicha con la que no contó Camavinga.


En los cambios pasó algo. Unos reajustes muy adecuados. La salida de Vinicius dejaba más espacio a Bellingham, le hacía ganar mando. Si el poder se extiende hasta que otro poder lo enfrenta, el área de influencia de Bellingham se ampliaba y podía mandar con más autoridad, porque Bellingham ataca dirigiendo, es director de los ataques, señala y saca el brazo como un mediocentro.


Se presentía su gol porque se daban las condiciones. Pasaba a ser el importante, y Joselu le preparaba el área. Faltaba la oportunidad, esa que lleva meses buscando, siempre rozando el remate, siempre a punto de llegar o de que le viesen. Y por fin sucedió. Fran García ganó un balón con un gran control y Brahim cortó la media culé, la atravesó por completó, trabajosamente, como una hormiguita zumbona y muy técnica, llegó al área, y abrió a Lucas, que lanzó un pase perfecto, una banana raseante que Joselu amagó con dar en felicísimo semifallo (es de esos jugadores que alcanza lo sublime como subproducto) y ya cuando el balón superaba el otro palo, cuando la jugada alcanzaba su límite, en los márgenes del plano apareció Bellingham, que había pedido la pelota a Lucas antes de que al propio Lucas le llegase. Esta vez, por fin, se cumplirían sus órdenes; la pelota le llegó y el zurdazo mandó al Barça a la pretemporada. Corrió, bailó un inicio de charlestón con Lucas, e hizo el Corcovado ante el nuevo Bernabéu 360º. Panorámica Jude. Era la rúbrica de la Liga 2023/24. La firma con la que empezó y con la que acaba.


Pudo ser él, o Lucas, o Vinicius o incluso Tchouameni, pero el MVP se lo dieron a Yamal. Es mejor así. El Madrid no puede tenerlo todo porque el riesgo mayor es ése: el estadio cerrado como un universo que se bastara, el 360º y el 100% y que haya tantas estrellas que anden todas un poco fuera de sitio, como en el firmamento de un dios un poquito rococó.




 @realmadrid

España y yo somos así, señora




Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Aparte el Real Madrid, que es universal bajo el “liderazgo tranquilo” de Carlo Ancelotti (“Conquistar mentes, corazones y triunfos”, subitituló, o le subtitularon, su autobiografía), la Marca España, como la publicitaba la frivolidad pepera de Margallo, se impone en el fútbol europeo: Pep, Lillo y dos cazurros a lo Pajares y Esteso, Luis Enrique y Xavi, ADN (¡gloria y prez!) del cazurrismo hispánico. ¡Las “Españolas en París” de Roberto Bodegas cincuenta años después! Luis Enrique sería Emilia, la que dejó atrás tiempos difíciles y se adapta a la gran ciudad. Y Xavi sería Isabel, la que lucha por sacar adelante al hijo que tuvo con un hombre que la abandonó (guiones tremendos de Bodegas, Chalonge, Dibildos y Mingote).


Todo indica que estamos ante el triunfo total del fútbol español de Rubiales, que lo dejó todo atado y bien atado, modelo Santa Tranisición. El plan era que su mano derecha (¡su vicepresidente económico!) fuera el único candidato a las votaciones de la democracia orgánica federativa, que “España y yo somos así, señora”, frase inmortal que un personaje de Marquina, el capitán Diego de Acuña, suelta en el segundo acto de “En Flandes se ha puesto el sol”. Es natural que a Rubiales, arquetipo del español transicionero, quieran hacerle una serie los de la TV. A su sucesor lo dejó en pista y con el monoplaza lleno de gasolina, más un periodismo sin Garcías salmodiando el “rocha, rochita, rochete” de nuestra juventud. Y una juez lo ha desatado todo, dejando el porvenir más oscuro que las eliminatorias de Champions, que ni las témporas de la IA se atreven con un pronóstico.


El duelo de pesos pesados es el Real Madrid-City (ahí tiene Ayuso un buen nombre para su Distrito Federal), especie de Tyson-Marciano. El martes pasado, el nuevo Bernabéu frustró a Guardiola por el césped. También a Rodrigo (¡otro español!), que va de Pirlo finolis, y tuvo la sensación de que “el césped escupía el balón”. La escuela guardiolesa del fútbol gira en torno del “céspet”. En su día, Xavi se quejaba del “céspet” alto de Mou en el Bernabéu, y del “céspet” seco de Simeone en el Manzanares, motivos por los que su tiquitaca con “tumaca” no emulsionaba. Pero Guardiola no se trajo al Bernabéu para su tiquitaca el “tumaca”, sino, como diría Hughes, su policía. Cuatro centrales-antidisturbios atrás, y en el medio, dos maderos más, es decir, dos mediocentros defensivos, más la tanqueta de Haaland al frente, gripada por Rudiger, que es, por carácter, el auténtico capitán de este Real Madrid. Engrilletó a Haaland y pellizcó (detalle maravilloso) a Grealish, el de los gemelos de sátiro, que lo aceptó como un piropo. El gran error de Ancelotti el año pasado en Manchester fue sentar a este hombre en el banquillo, cuando venía de hacerse un abrigo con Haaland en Madrid. ¡Haaland! Cuando escribes su nombre te quedas como, según Ramón Gómez de la Serna, te quedarías al leer el nombre de Edelmira, un rato sin ver nada. El piperío empieza a tener la sensación de que Haaland es un Joselu dibujado por Elon Musk y que hace cosas raras: alimentarse de menudillos de ave y declarar su admiración por Michu.


 La vuelta de este City-Real Madrid se le presenta a uno como el Hillary-Trump del 16, cuando el NYT daba 98 para Hillary y 2 para Trump. O sea, que barrerá el Real Madrid. Desde luego, es el partido de esta Champions, y lo que venga después carecerá de importancia futbolística. Quedarán los números. Vinicius tiene los mejores de las tres últimas ediciones en goles-asistencias, pero la prensa es de letras. El City marcó sus tres goles desde fuera del área, desnudando a Lunin (nunca ha habido una promoción de porteros tan mediocres como la de esta Champions) y, sobre todo, a Kroos, que viene a ser como la manta del profesor Rojas en los artículos de fondo: si te tapas los pies, te destapas la cabeza, y si te tapas la cabeza, te destapas los pies. Al tronco de Gvardiol, en vez de caerle encima para evitar su punterazo, le hizo un recorte taurino de los que se aplauden en los festivales de Cenicientos. Ralentiza el ritmo y llena de dudas al verdadero mediocentro, en esta ocasión Camavinga, únicamente reconocido por “L’Equipe”, que lo pinta de “navaja suiza”:


El francés (¡chauvinismo!) es una formidable e inestimable navaja suiza, con sus internadas en ataque, su brillantez técnica y su impresionante capacidad de recuperación.


Su diferencia con el imponente Aureliano es la estrella. Aureliano sale en el minuto uno a cortar un balón y comete falta con tarjeta amarilla que le impide jugar la vuelta. Camavinga tira a puerta, pega en un defensor y es gol. Lo de Camavinga, en efecto, es estrella, y no tiene que ver con lo de Cubarsí, que es alirón chispón. Cuando el chirriante Carlos Martínez te lo vende como a Beckembauer (¡para empezar, Beckembauer era guapo!), te viene a la memoria Molés cantando en Las Ventas las faenas de los Juanes, Juan del Álamo o Juan Diego. Cosas de escuela periodística, dispuestos a admitir por un día (para ameritar a Cubarsí) que Mbappé es el mejor jugador del mundo, y que dejará de serlo cuando llegue a Madrid, donde acabará sus días astragado por Cubarsí, o el que toque el año que viene.


El madridismo de tribuna quiere una final con el Bayern, pero el madridismo malvado sueña con una final con el Atleti, la tercera. Que España y yo somos así, señora.


Sábado, 13 de Abril

Tercera novillada con picadores, con lecciones para los nuevos aficionados. Pasó una oportunidad. Campos & Moore


Aloi Los Chospes!


PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas.

Domingo, 21 de abril de 2024. Tercera novillada con picadores de la temporada. Un cuarto de entrada. Tarde primaveral.


Novillos de Los Chospes (origen Domecq, producto Daniel Ruiz), bien presentados; primero playero, segundo y cuarto veletos; con diferentes capas, castaños (2º, 4º y 6º), negro salpicado (1º), ensabanado (3º) y negro (5º); mansos, con movilidad, que dieron juego; boyantes (1º, 3º y 4º); el primero muy noble; fuertes (2º y 5º); el cuarto de extraordinaria embestida, aplaudido en el arrastre; sin fijeza, el sexto.

Terna: Sergio Rodríguez, de Las Navas del Marqués (Ávila), de grana y oro, silencio tras dos avisos y ovación tras dos avisos; veintitrés años; el próximo sábado, 27 de abril, tomará la alternativa en Ávila. Mario Navas, de Valladolid, verde botella y oro, palmas y palmas; veintitrés años. Bruno Aloi, de Ciudad México, de violeta y oro, con cabos blancos; ovación tras aviso y vuelta al ruedo muy protestada; veintiún años; hacía su presentación en Madrid.


Estos días consultando el originalísimo libro de Felipe Garrigues, Abriendo el compás (1995), he podido leer que según el Papa Negro —patriarca de la dinastía Bienvenida— «era —es— más difícil hacer un buen aficionado que un torero regular —del montón—». Viene a cuento este comentario porque en las tres novilladas que se han celebrado en Las Ventas, a lo largo de este mes de abril, ha sido muy evidente el aumento —mayor asistencia— de una nueva afición, más joven de lo habitual, en cada uno de los festejos, aspecto que aparentemente es positivo y que no sabemos si es el comienzo de una verdadera renovación generacional del publico de los toros en Madrid. De ahí la necesidad para estos nuevos asistentes al hecho taurino de tener que comprometerse a iniciarse en la idiosincrasia y en la técnica taurinas, es decir, tener que emprender un camino que les lleve a saber de toros. Para el Papa Negro, como hemos leído, el nuevo aficionado se enfrenta a una ardua tarea compleja; pues llegar a entender de toreo llevará su tiempo y mantener dedicación. Aparte, es notorio que, desde de esa misma frase comentada, intuimos como de milagrosa la circunstancia de que un aspirante a torero pueda llegar a ser un buen intérprete del toreo; ser «un buen torero», toda una máxima de cómo quieren ser recordados muchos matadores de toros (era lo que deseaba el mismo Antoñete).


Desde nuestra particular opinión para saber de toros —además, de ver, hablar y leer, como aludimos en la crónica de la anterior novillada—, lo principal se centra en interpretar lo mejor posible el comportamiento de los toros —ayer novillos— desde que salen de los chiqueros hasta que son retirados de la arena por las mulillas, y, de manera complementaria, analizar adecuadamente la actuación de los toreros ante cada uno de esos toros o novillos que tienen que lidiar en el ruedo. En ese espacio de tiempo, que suele durar veinte minutos, se encierra —fundamentalmente— la clave de la tauromaquia. Y para ajustarse a una lectura coherente de todo lo que en ese lapso sucede, en esa coyuntura, entre cada astado y su respectivo matador, el aficionado nunca debe perder de vista al toro mientras se le lidia —«donde está el toro está la corrida», decía Gregorio Corrochano—. El conocimiento del toro es la base; cerciorarse de sus condiciones, querencias y evolución a medida que avanza su pelea en las lidias, en las distintas suertes, de varas, banderillas, muleta y muerte. A su vez, el aspirante a aficionado debe poseer una mínima idea de la técnica del toreo, que pasa por descifrar y supervisar las reglas clásicas del toreo, es decir, si las cumple el matador; y que son, según se acepta y estableció el matador Rafael Ortega: «citar, parar, mandar, templar y cargar la suerte; más ligar».


Nos atrevemos a decir que cada una de estas prioridades, y normas, son laboriosas de llegar a comprender y a dominar para cualquier aficionado —no digamos para los nuevos, los jóvenes—, pues requiere tiempo, inteligencia y afición. Y, además, ética —como un puntal de principios—. Estos conceptos y su descodificación —la dimensión del toro y del toreo— no han dejado de estar presentes en todos los comentarios, polémicas y diatribas de la tauromaquia a lo largo de la historia. Así, saber de toros es todo un reto para la inteligencia de toda persona que quiera ponerse a prueba. Y como ejemplo de todo lo comentado, tenemos la tarde de ayer, pues asistimos a una novillada muy variada de comportamiento y entretenida en las distintas fases de la técnica del toreo —no en todas, pues conocida es la inoperancia hoy en día de la suerte de varas y de la de banderillas, si nos atenemos a la colocación de puyas y arpones, y al uso de los hierros en manos de los picadores—. Pero, al margen, los novillos de Los Chospes dieron un excelente juego, con el desarrollo de una movilidad mantenida, que convirtió las lidias en exigentes; y con embestidas pujantes, con transmisión, que reclamaban una técnica depurada y acertada por parte de los novilleros, y que no fue fácil para ellos ponerlo en escena, en algunos casos por no acertar, los noveles matadores, con la distancia adecuada desde donde elaborar las tandas de muleta —olvidemos el toreo de capa, porque olvidado está—, y en otros por el apego de la torería actual por no adelantar los engaños, quiere decirse, por torear en el último tercio con las telas retrasadas. Por eso, entendemos, lo complicado de ese, ya referido, no ser toreros «del montón».


Si pasamos al análisis de lo realizado ayer tarde por los novilleros, tenemos lo siguiente: Sergio Rodríguez, dispuso de un lote propicio por la buena templanza de las embestidas de sus dos novillos. Ante el nobilísimo primero, no se ajustó con la capa; en el último tercio, en terrenos del diez, comenzó con estatuarios, un pase cambiado por la espalda y el pase del desprecio. En las dos primeras tandas por la derecha, la muleta le hacía arco, y abusó de retrasarla, invadió los terrenos del novillo y fue desarmado; en el toreo al natural, ahogó al novillo, que le punteó el engaño; básicamente, no acertó en la distancia. Lo mató después de tres pinchazos en la suerte contraria y una estocada en la suerte natural. En el cuarto novillo, de una condición excelente, consiguió, en ocasiones, seguir la naturalísima embestida del astado, sin acoplarse a su esplendidez planeadora; destacó en los pases de pecho, en la ligazón, pero no dio sitio al animal; lo mató de seis pinchazos —la mayoría en la suerte contraria— y un bajonazo, en la misma suerte contraria.


Mario Navas, devolvió, en parte, el crédito ganado en sus novilladas anteriores. Cierto es que pechó con los dos novillos más duros de la tarde, en el segundo, bello ejemplar que no paró de moverse, las verónicas no tuvieron acople, y en la muleta, ante un verdadero examen para sus conocimientos taurómacos, el novillo le fue ganando la pelea a medida que avanzó el trasteo, desde el diez hacia toriles; no pudo conseguir mando, que era lo que requería el astado, y se fue desconfiando en su labor; lo mejor en su toreo al natural, con sabor, aunque sin dominio; lo mató de un pinchazo en la suerte contraria y media estocada baja en la suerte natural. En el quinto novillo, muy castigado en varas, acusó, de nuevo, del hecho de no mandar en las embestidas del ejemplar de Los Chospes, al torear con la muleta retrasada, no pudo con el novillo, y este le cogió por partida doble, de mala manera, sin consecuencias. Lo mató de estocada baja casi entera, en la suerte natural, en toriles.


El mexicano Bruno Aloi, se mostró variado —lo más destacable de su actuación— en su presentación en Madrid; al tercer novillo, lo ahogó, y no logró acoplarse; lo mató en la suerte contraria de un pinchazo y una estocada dejándose ver. En el último novillo de la tarde, logró mejores muletazos, llevándole más metido en el trapo al astado, con algunos ligados; si bien, como lo visto en los tres novilleros a lo largo de la tarde, debe revisar el temario de las distancias, más el de la colocación adelantada de la pañosa, tanto al natural como en redondo. Mató de estocada caída en la suerte contraria.





ANDREW MOORE



Sergio Rodríguez





El chospar de Los Chospes



Bruno Aloi

 

Mario Navas



Vuelta protestada de Aloi


FIN

Lunes, 22 de Abril

 


Valle de Esteban

El rincón de la Virgen

domingo, 21 de abril de 2024

El mítico diario Pueblo



Hughes


La semana pasada, TVE estrenó una serie dedicada a periodistas que comenzó con Raúl del Pozo. Un par de cosas me gustaron mucho. Alguien lo comparó con Homero, y Pérez Reverte dijo que «Raúl hace literatura de la fina». El concepto ‘literatura de la fina’ debe prosperar.


Todo honor que se le dedique a un periodista veterano me parece bien y poco, aunque el honor siempre le caiga a los mismos, pero lo que hizo mis delicias fue la aparición del diario Pueblo, el mítico diario Pueblo, donde muchos hicieron sus primeras letras.


Hay algo con el diario Pueblo que me suliveya. Cuando escuchábamos a José María García, las referencias al diario eran poco menos que mitológicas. «Allá por los tiempos del legendario Pueblo». Se convirtió en un lugar de la memoria periodística: la gran escuela del oficio, una redacción del Far West donde la noche se confundía con el día, los periodistas eran como Areta en El Crack y entre reportaje y reportaje se tiraban a Ava Gardner. Cualquier cosa.


Esa España era gris, nos han dicho siempre, y además un páramo cultural, pero ese sitio no. Milagrosamente no. Según el galicano Pérez Reverte: «Teníamos de todo: chicas guapas, chicas listas, chicas que a la vez eran listas y guapas, sabios, estafadores, putas, pistoleros, genios, lesbianas, poetas, taurinos corruptos y sin corromper, homosexuales, filósofos, golfos, tahúres, proxenetas, borrachos, delincuentes habituales e incluso a dos asesinos».


En el programa llegan a decir que era «la mejor escuela del periodismo del mundo». No sé mucho del diario Pueblo, debería leer el libro, creo que excelente, de Jesús F. Úbeda (Nido de piratas: La fascinante historia del diario Pueblo), pero sí sé que era el diario del sindicato vertical y con los años esto me ha ido despertando una cierta curiosidad. ¿Cómo es posible que en el diario del sindicato vertical franquista se desarrollara el mejor periodismo mundial? Estos periodistas tan libres ¿cómo sobrevivían en el Régimen, si en democracia cuesta tela? Una de las dos cosas falla.


También lo pensé como el colmo del privilegio. En pleno franquismo, una isla de libertad sin liberales (¡maravilla!), una redacción legendaria llena de gentes irregulares que hacían como sin querer un periodismo salvaje y libérrimo lleno de puterío, alcoholismo, facas y apuestas, sin feministas de cuota dando el coñazo.


Pero mi atrofiado sentido crítico a veces hace por despertar, como el malo en coma de un culebrón: ¿pero cómo algo así, algo ‘asín’, era permitido en pleno franquismo? ¿Cómo algo tan libre se daba en algo tan franquista? ¿Lo saben los de la Ley Memo-demo?


¿Y si todo fuera un proceso de embellecimiento, una historia épica?


Quizás todo sea otro producto del periodismo. Con los años he acabado pensando que los periodistas no cuentan la realidad de las cosas sino su leyenda, empezando por la leyenda de sí mismos.


Así se entiende el secreto de la Transición y el paso incólume de tantos de un régimen a otro. Consiste en la leyenda, en construir una leyenda de sí mismos. En Pueblo, en pleno franquismo, todos daban exclusivas y todos eran comunistas pero no pasaba nada. En 2024 a Varoufakis no le dejan pasar a Alemania a hablar de Palestina, pero ellos hacían un periodismo descarnado y neoyorquino entre curas, generales y toreros.


La estructura oligárquica del periodismo actual heredó mucho del diario Pueblo, ahora que lo pienso. El sindicado vertical fue sustituido por la pandilla vertical. Las pandis del oficio son sindicalismo erecto (las generaciones horizontales han sido sustituidas por las genealogías) y tienen el secreto del durar y del transicionar: unos nombres irán heredando los honores de otros nombres a partir de un sistema pautado de negritas. Los que heredan respetan y fomentan la leyenda que acabará recayendo en ellos. No siguen el consejo de Míster Lobo.


Quizás todo parta de allí. La leyenda del diario Pueblo se fue sustituyendo por otras leyendas sucesivas, y llegarán otras en las que seguirá habiendo alcohol (ahora negronis), bares, incluso oscuros tugurios, periodismo de raza, reporteros que calcinan las moquetas… con el único cambio de ver incorporarse mujeres a la sindicación.


Lo importante es la leyenda. No se puede ir por la vida sin una. La leyenda del diario Pueblo y de los santos bebedores periodísticos explica, tanto o más que su propio trabajo, el funcionamiento aureolado de las cosas. Las construcciones míticas que como carrozas de un desfile melancólico van pasando de época en época.


Leer en La Gaceta de la Iberosfera





Diario Pueblo

En busca de la prervalencia de los idiotas (y XXXI)


Demóstenes


Martín-Miguel Rubio Esteban


     La afirmación correcta de que la ekklêsía era el órgano de gobierno más importante se transforma en una afirmación errónea y anacrónica cuando se dice que la ekklêsía era soberana. En su forma clásica, la doctrina de la soberanía tiene, al menos, cuatro elementos: (1) la soberanía es indivisible, (2) la soberanía está ligada a los poderes legislativos, (3) el soberano está por encima de la ley y (4) el soberano puede delegar algunos de sus poderes en órganos subordinados, pero tiene la última palabra y siempre puede anular las decisiones tomadas por otros. Bodin enuncia y analiza los cuatro principios en sus Seis libros de la republique (1576). La soberanía es indivisible. El poder de hacer leyes es el primer atributo del príncipe soberano. El soberano está por encima de la ley. El cuarto atributo de la soberanía es que el soberano es la fuente final de apelación. Estos principios se repiten en todas las discusiones posteriores sobre el concepto de soberanía. Extrapolar el concepto de soberanía y utilizarlo en descripciones de las póleis griegas antiguas no es per se incorrecto, pero es peligroso y debe hacerse con la debida precaución. El adjetivo «soberano», por ejemplo, no está fuera de lugar en una descripción del análisis de Aristóteles sobre la democracia radical en los libros 4 y 6 de Política. Aristóteles sostiene (1) que el poder supremo reside en el dêmos, (2) que el dêmos decide todas las cuestiones importantes en la ekklêsía aprobando decretos (psêphísmata toû dêmou), y (3) que el dêmos está por encima de la ley y que las leyes son abiertamente ignoradas por los ciudadanos o incluso rescindidas por los decretos aprobados por el pueblo. Ahora bien, ninguna de estas tres afirmaciones es válida para la ekklêsía ateniense en la época de Demóstenes. (1) El poder supremo para tomar decisiones estaba dividido entre la ekklêsía, los nomothêtai y los dikastêria. (2) Con la restauración de la democracia en 403, la ekklêsía fue privada de poderes legislativos y, con algunas excepciones, no intentó aprobar decretos (psêphísmata) sobre asuntos que deberían haber sido regulados por leyes (nómoi) dadas por los nomothêtai. (3) Todos los decretos del pueblo deben estar de acuerdo con las leyes y nunca podrán anularlas. Por el contrario, cualquier decreto del pueblo podría ser anulado por una ley aprobada por los nomothêtai o revocado por un veredicto emitido por un dikastêrion. Bodin tiene razón cuando afirma que «está claro que ninguna de las tres funciones del Estado que distingue Aristóteles son atributos propiamente de la soberanía». Se evitan muchos problemas si descartamos el concepto de soberanía y planteamos la pregunta en griego: «En la democracia ateniense, ¿quién era kýrios?» El adjetivo kyrios significa «maestro de o amo de» y en un contexto constitucional se utiliza con dos significados diferentes pero relacionados: (a) competente y (b) supremo. En el sentido (a) no hay rastro de la connotación «soberano» y kýrios se usa, por ejemplo, sobre magistrados que están facultados para convocar a la ekklêsía o a los «dikastêria» pero no tienen el poder de tomar ninguna decisión de ningún tipo que tenga consecuencias. En Athenaíôn Politeía 59.1 Aristóteles afirma que los thêsmothêtai (junta de seis magistrados, archontes, que convocaban al tribunal popular para todos los juicios y presidían el tribunal en la mayoría de las acciones públicas) son kýrioi para prescribir los días en que deben reunirse los tribunales, pero en Política 1317b29-30 afirma que los magistrados en una democracia deben ser kýrioi de nada o de la menor cantidad de asuntos posible. En el sentido (b), sin embargo, kýrios guarda alguna relación con nuestro concepto «soberano», especialmente cuando gobierna un genitivo objetivo, id est, kýrios tês póleôs (amo del estado) o tês politeías (de la constitución) o pántôn (de todas las cosas). Ahora, centrémonos en el sentido (b) e imaginemos que fuéramos trasladados a la época de Demóstenes y le hiciéramos a un ciudadano ateniense común y corriente, un idiôtês, la pregunta crucial: «¿Quién es kýrios en Atenas?» Todas las fuentes indican que la respuesta inmediata sería «las leyes». «Las nómoi son kúrioi» (Demóstenes 22.46, 23.76, 24.118; Hipérides 3. 5). Las nómoi salvan el Estado y la constitución democrática: Esquines 3. 6; Licurgo 1,4; Demóstenes 24.156, 216. La conexión inseparable entre nómoi y dêmokratía se destaca en Esquines 1.4, 1.5, 3.169,196-8; Demóstenes 24.75-6, 25.20-1; Hipérides 3,5; Licurgo 1.4, Dinarco 3.15-6. El Estado de derecho en la Atenas democrática también se destaca en Demóstenes 21.150,188, y 223-4. Sin embargo, si se le preguntara «qué personas son kýrioi», probablemente diría: «el dêmos es kýrios», pero entonces entendería que dêmos significa todo el pueblo = el pueblo ateniense en general, y no los pobres, como nos habrían dicho Platón o Aristóteles. Pero supongamos que el interrogatorio fuera llevado un paso más allá con la pregunta: «¿Cómo y dónde ejerce el dêmos ateniense su poder supremo?» La respuesta esperada del idiôtês sería: «en la ekklêsía celebrada en la Pnix donde la gente se reúne y toma decisiones sobre todos los asuntos importantes». Esta es precisamente la respuesta que sugiere Aristófanes en sus Caballeros al llamar al maestro y amo Dêmos Pyknites, id est, Sr. Dêmos de la Pnix (verso 42). Es también la respuesta que se encuentra en otras fuentes del siglo quinto; v. gr., en los discursos de Antífonte y en la descripción que hace Jenofonte del proceso de las Arginusas. Así, Antifonte 3.1.1, donde la ley y la asamblea se describen como Kýrioi tês politeías (maestros y amos de la constitución) de modo que sólo los casos dudosos se remiten a los dikastêria. La misma opinión se expresa en las Helénicas 1.7.12 de Jenofonte, donde la referencia de un caso de la ekklêsía a un dikastêrion se considera un ataque a los poderes del dêmos. Pero el paso desde el dêmos supremo a la ekklêsía está notoriamente ausente en todas nuestras fuentes del siglo IV. En Demóstenes 3.30-1 se afirma que el dêmos (id est, la asamblea) había sido previamente (id est en el siglo V) kýrios pántôn. En Demóstenes 20.107 el dêmos se llama kýrios tês politeías, pero el contexto es la oposición entre Atenas y Esparta y dêmos denota «El pueblo ateniense» en general, id est, el estado ateniense, y no la ekklêsía. En cambio, se nos dice que son los jurados de los dikastêria los kýrioi o kýrioi pántôn. Según Demóstenes 24.148, Solón restringió los poderes de la Boulê, pero dio poderes ilimitados al dikastêrion (kyriótaton hapántôn). Y el mismo Demóstenes, en 24.118 afirma que las nomoi, siendo kýrioi, hacen a los dikastai kýrioi pántôn. Los dikastaí son kýrioi tôn en têi pólei pántôn, sin importar si el panel de jurados cuenta con 200 o 1.000 hombres. Y en Demóstenes 57. 56 se nos dice que no sólo las asambleas celebradas en los distintos dêmoi ( distritos ), sino también la Boulê y el mismo dêmos están subordinados a los dikastêria, y este mismo orador sostiene que la responsabilidad de los puertos en el Pireo y de la administración en general recae en los dikastaí que son kýrioi hapántôn. Esquines 3.20: según la ley, el consejo de Areópago (que es kýrion tôn megístôn) está subordinado al tribunal popular. Dinarco 1.106: no sería justo que los dikastaí, que son kýrioi pántôn, revocaran la decisión correcta tomada por el dêmos y el consejo del Areópago. Aristóteles en Política 1274a4-5: Se responsabiliza a Solón de haber convertido al tribunal popular en kýrion pántôn. El Estagirita también en Athenaíôn Politeia 9.1 sostiene que cuando el pueblo común (el dêmos) a través de los tribunales es investido con el poder de tomar decisiones (convertirse en kýrios tês psêphou, “señor del voto”) se convierte en el amo de la constitución (kýrios tês politeías). Los dikastaí también son descritos como kýrioi tês psêphoû) en Esquines 1.187, y Licurgo 1.56. El tribunal popular se opone a la asamblea popular y a veces se le señala, a expensas de la ekklêsía, como el órgano supremo de gobierno. Vemos en Demóstenes 19.297 que muchos rhêtores han dominado la asamblea (el dêmos), pero en los dikastêria ningún rhêtôr ha logrado jamás ser superior a los jurados, las leyes y los juramentos; y en Demóstenes 24.78: ¿quién apoyará una ley que anula una decisión tomada por un dikastêrion y permite que una decisión tomada por los jurados quede reservada a aquellos que no han prestado juramento? (es decir, los ciudadanos en la ekklêsía). Y en Demóstenes 59.91: el dikastêrion rescinde el decreto si el pueblo (es decir, la ekklêsía) ha sido persuadido a otorgar la ciudadanía a una persona indigna del honor. También Esquines 3.3-5: si la ekklêsía está paralizada por la corrupción, la democracia está protegida por la graphê paranomôn (vid etiam Demóstenes 57.56). En ocasiones, incluso se dice que los dikastêria están por encima de las leyes. Así, en Demóstenes 24.73, 78, 152: sería un error aprobar una ley por la que se dejaran sin efecto las sentencias de los tribunales. Y en Isócrates 20.22: los delincuentes podrán mostrar desacato a las leyes vigentes, pero nunca a los veredictos de los tribunales. Pero el hecho de que los dikastêria tuvieran prioridad sobre la ekklêsía no debe llevar a la creencia errónea de que el tribunal popular importaba más que la asamblea popular. Los dikastêria eran el baluarte de la democracia, pero cuando el pueblo tomaba decisiones sobre cuestiones políticas o celebraba un tratado con otra pólis, era la ekklêsía la que era kýria. «Los dikastêria son baluartes de la Democracia» lo dicen Demóstenes, Esquines, Dinarco y Licurgo. Y la frase «Son las dikastêria las que protegen las leyes» la dicen Demóstenes y su adversario Esquines. Los dikastêria son kýria para imponer penas, pero la ekklesía es kýria para conceder privilegios. El dêmos es kýrios para aprobar decretos, pero la ekklêsía nunca se llama «kýrios hapántôn» o «tês póleôs», o «tês politeías», y todas las decisiones tomadas por la ekklêsía pueden ser remitidas al tribunal popular y revocadas por los dikastaí. En realidad, la única soberanía en una Democracia clásica la tiene la pólis, esto es, la nación.


     Por otro lado, las instituciones republicanas del mundo grecorromano serían un producto natural de la evolución del arquetipo político primitivo indoeuropeo. Hasta que no llega el emperador Constantino se mantenía el compromiso formal entre la república y la monarquía, en el sentido de que todavía se seguía considerando a la comunidad como titular del poder político, de modo que la realeza seguía teniendo el carácter de una magistratura republicana. Las monarquías han sido paréntesis excepcionales en el Mundo Clásico, e intolerables para una mundivisión indoeuropea. La concepción patrimonial del poder personal, que es inherente a la monarquía en su forma más genuina, constituía un elemento fuera de sistema en las comunidades grecorromanas, en la medida en que implicaba una concepción también patrimonial de las personas sometidas a ese poder. La colegialidad y la temporalidad excluían por principio dicha concepción (“aberración oriental”), y en ese sentido funcionaban como un mecanismo de defensa del sistema republicano. Griegos y romanos rechazaban para sí la realeza como algo incompatible con su idiosincrasia. Polibio y Tito Livio hacen suyo este sentir al recoger la negativa de Escipión a aceptar el título de rey que le ofrecían los hispanos orientalizados por los púnicos. Así, Livio nos dice: “…sibi maximum nomen imperatoris esse dixit, quo se milites sui appellassent; regium nomen alibi magnum, Romae intolerabile esse”. La misma frase la dice Polibio, X, 38-40. El término rex era semánticamente equivalente al griego týrannos. En realidad, las lenguas de origen indoeuropeo tienen palabras de filiación muy diversa para designar al rey, lo que revela que no es una institución indoeuropea, y muchas de esas palabras ni siquiera parecen indoeuropeas. El itálico sólo encuentra correlación en el grupo céltico, rex/rix, y en el antiguo indio, rah-, pareciendo designar a quien ejecuta unas determinadas ceremonias rituales y no a quien ejerce el poder político. En las lenguas germánicas el término deriva, o bien de la raíz *gen- (alemán e inglés), incorporando así la noción de “jefe de familia”, o bien de “teuta” (gótico), significando entonces “jefe de tribu”. En griego la denominación real presenta una riqueza y complejidad tan grandes que resulta muy difícil establecer el carácter de la institución. Para empezar no conocemos la etimología de “basileùs”. La epopeya nombra a los reyes con tantas expresiones que puede ser evidencia de que no existía un nombre concreto para los griegos. Basileîs, ánaktes andrôn (señores de hombres), agoì andrôn (conductores de hombres), poiménes laôn (pastores de pueblos ), órchamoi laôn o andrôn (conductores de pueblos o de hombres), Koíranoi laôn (? de pueblos=no se conoce la etimología de koíranoi), kosmêtores laôn (organizadores de pueblos), etc. Por otra parte, la monarquía romana –lo mismo que la griega– no fue nunca una monarquía sensu stricto; más bien nos parece una República presidencialista, puesto que el rey era elegido por elección popular, y si estudiamos la constitución serviana (el 6º rey según la leyenda: en realidad, hubo doce reyes y no siete) ya vemos la importancia arrolladora de los comitia curiata; esto es, los linajes agrupados que configuraban Roma, y que serán la cuna de la República. Tanto la monarquía griega (helenística) como la romana suelen cortar el linaje con la muerte del rey; esto es, suele ser el sucesor del rey no el hijo, sino el yerno. En definitiva, antes del emperador Constantino la monarquía fue una anomalía en el Mundo Clásico, una situación de interinidad, que no respondía al arquetipo político primitivo de los pueblos indoeuropeos ni a la cultura occidental, nacida en las islas Cícladas. La República es genuinamente europea. La monarquía es genuinamente asiática. 

Domingo, 21 de Abril

 


Lo que queda de Roma

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos

DOMINGO, 21 DE ABRIL


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:


-Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.


San Juan 15, 1-8 

sábado, 20 de abril de 2024

La honradez


ABC, 14 de Junio de 2000


Ignacio Ruiz Quintano
Abc


  Bernard Shaw pensaba que la democracia se define como el sistema imaginado para que no puedan gobernar los que valen más que el votante. Y lo dijo. Con esto quiero decir que, a base de decir lo que se piensa, uno puede llegar a ser Bernard Shaw en Gran  Bretaña, pero no, pongamos por caso, jefe de prensa en España, o al menos ningún jefe de prensa ha alcanzado en España el reconocimiento que Bernard Shaw obtuvo en Gran Bretaña.


A estas alturas de la historia, todos convendremos en que no hay una definición de libertad que se corresponda exactamente con el uso lingüístico que en la calle se hace de ella. Tomemos, por ejemplo, la libertad de expresión, que es cosa que hoy ponen en peligro, se nos dice, los tiburones del océano financiero. Personalmente, no acierto a ver dónde está el riesgo. A mí me parece que la libertad de expresión, siempre que uno no tenga cosas nuevas que expresar, es una libertad al alcance de cualquiera, puesto que la que conocemos consiste en decir que uno puede decir todo lo que quiere  decir, y la verdad es que si uno quiere decir que puede decir todo lo que quiere decir, ¿quién le impide decirlo? Lo dijo Umberto Eco, el del premio: «¿Qué es un periódico, sino un producto en el cual las cosas dichas no son determinadas tan sólo por las cosas a decir, sino también por el hecho de que una vez al día debe decir lo suficiente para llenar tantas páginas?» Pues eso.


Aplicada al oficio periodístico, la libertad de expresión no tiene mayor valor apodíctico que la famosa  regla de oro en el toreo: «O te quitas tú o te quita el toro.» Acuérdense ustedes de la Nochebuena de 1836, cuando Larra se acordó de que los romanos, en sus famosas saturnales, trocaban los papeles de modo que los criados pudieran decir la verdad a sus amos. «Costumbre humilde —dice Fígaro—, digna del cristianismo.» Entonces miró a su criado y dijo para sí: «Esta noche me dirás la verdad. Come y bebe de mis artículos; sólo en esa forma, sólo por medio de esa estratagema se pueden meter los artículos en  el cuerpo de ciertas gentes.»


Podría decirse que la libertad de expresión no existe más que en los almuerzos que se organizan para hablar de la libertad de expresión. Aunque algunos espíritus sensibles la invoquen ante la alarma que les provoca leer, un suponer, la lista de países que limitan el acceso a Internet con el pretexto de proteger a la población de ideas subversivas, la libertad de expresión no es más que una expresión muy española. Un recurso gnómico, vamos, y en algunas bocas tan gongorino como aquél de «resolver el río en rosario de cuentas». Un modismo de conversación de buen tono, tal que «Estado de Derecho». Una frase hecha de tipo coloquial, tal que «¡Pues ha "quedao" buena noche!».


El hecho de que todos los taxistas te suelten lo de «¡Pues ha "quedao" buena noche!» no significa que la noche sea buena, sino que quieren trabar conversación. Y él hecho de que cualquier personaje suelte lo de «Estado de Derecho» cada dos por tres no significa que estén siempre prestos a enaltecer al Derecho público de Prusia, que es para lo que se inventó la expresión, sino que quieren adornar la conversación. Lo mismo ocurre con la libertad de expresión, si no se ve acompañada por la libertad de pensamiento. ¿Y qué van a decirnos del pensamiento que no sepamos?


Un bioquímico llamado Jack Drummond se hizo famoso por sostener que el pensamiento  desempeñaba un papel importantísimo en la alimentación del hombre, «y en algunos casos hasta puede llegar a sustituirla por completo». Pero las cosas han cambiado tanto que, si uno echa un vistazo a su alrededor, comprobará en seguida que lo que desempeña un papel importantísimo en el pensamiento del hombre es la alimentación, que en muchos casos lo sustituye por completo. Así  que, libertad —el derecho de todo hombre a ser honrado, la definió Martí—, ¿para qué? La honradez afecta de cintura para arriba, y la gente prefiere la honestidad, que afecta de cintura para abajo.


Jack Drummond

Un bioquímico llamado Jack Drummond se hizo famoso por sostener que el pensamiento  desempeñaba un papel importantísimo en la alimentación del hombre, «y en algunos casos hasta puede llegar a sustituirla por completo» 

El mito del Estado de Derecho y el nihilismo jurídico (II)


Es más fácil hacer leyes que gobernar

Tolstoi



Dalmacio Negro


9.- La época revolucionaria, que sigue su curso, comenzó con la Gran Revolución de la libertad, la igualdad y la fraternidad enemiga de la tradición, aunque liberó la Nación, el pueblo, de la Monarquía hereditaria. El principio de la igualdad empezó a imponerse sobre la libertad a fin de que todos fuesen ciudadanos y, sin más criterio que el de la utilidad, tiende al nihilismo jurídico. El mejor ejemplo es el asesinato legal del feto en aras de “la salud reproductiva”.[1] Liberado el poder de la sanción religiosa, se impuso el funcionalismo, el gobierno de los funcionarios que aplican el derecho estatal, la Legislación igualitaria que, paradójicamente, desiguala. El proceso acabó afectando incluso al arte, en el que, señalaba Antonio García-Trevijano, impera el ateísmo estético,[2] y la mentalidad revolucionaria ha invadido incluso a las iglesias cristianas excepto, por lo menos aparentemente a juzgar por los hechos, a la ortodoxa, más fiel a la tradición. 


10.- El cristianismo y el Derecho, al que ha hecho la fe cristiana aportaciones fundamentales, han ido de la mano en Occidente  desde los inicios de la era cristiana. La más importante es el reconocimiento del Derecho Natural, las normas ético-jurídicas no escritas de validez universal sólo entrevistas por griegos y romanos acordes con la naturaleza humana, como la fuente del derecho positivo.  Las leyes y normas que rigen o deben regir las acciones humanas libres, en que se inspira, o inspiraba, el derecho declarado por los jueces.[3] Un Derecho anterior  a todas las formas de lo Político puesto que el hombre es un ser libre.  La propiedad de los seres humanos que hace necesario el Derecho para restaurar el orden social cuando la libertad de unos perjudica la de los demás.


Al ser el Derecho Natural inherente a la naturaleza humana, es un principio jurídico elemental, que la ignorancia de las leyes  no exime de su cumplimiento. Pero como  el Derecho es comunitario, medio de comunicación,[4] el positivo no se “deduce” del Natural: es una “interpretación” del Derecho Natural teniendo en cuenta el bien común: el conjunto de los bienes particulares, cuya suma  convierte al conjunto de las familias en un todo orgánico, una comunidad política. Ahora bien, el principio elemental mencionado es hoy imposible de cumplir debido a multitud de leyes y normas existentes. La estrecha relación entre el Derecho y el Estado, somete al Derecho en la práctica al orden público. Y como «es más fácil hacer leyes que gobernar» (Tolstoi), el desarrollo infinito de la Legislación, contribuyó a la transformación del Estado, dueño absoluto del Derecho, en un Estado-iglesia Totalitario. Por ejemplo, en España, se han aprobado 414.272 normas desde el inicio de la transición. 286.459 por las comunidades autónomas.[5] Y hay que añadir la ingente legislación de la Unión Europea. En Estados Unidos, se calcula que las normas federales aprobadas entre 1949 y 2005 redujeron en unos dos puntos el incremento del Producto Interior Bruto (PIB). En la jungla legal medran quienes pueden pagar asesores competentes a costa del resto. Corruptissima res publica plurimae leges decía Tácito.


11.- El Derecho Natural presupone el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. «¡Vida, Libertad y Propiedad!» es un eslogan del presidente argentino Milei. Es decir, conforme al Derecho Natural, las personas prevalecen  sobre lo Político, una de cuyas formas es el Estado. Concepción estudiada, fundamentada y renovada por la Escuela de Salamanca, en la que era fundamental todavía el ius resistendi, el mayor límite humano al poder. El derechoa la insurrección—descartado expresamente por Hobbes—, cuando el gobierno viola los derechos naturales del pueblo para imponer su voluntad e implícitamente su idea de la moral. Como decía Frédéric Bastiat, que no era precisamente un iusnaturalista aunque inspiró la Encíclica Rerum Novarum según el sacerdote norteamericano Robert Sirico, a mediados del siglo XIX, “la ley es la organización del derecho natural a la legítima defensa”.


Pero el Derecho fue sustituido poco a poco en la conciencia jurídica por el pseudo Derecho estatal, que sometió también a los jueces que descubrían y declaraban con su autoridad el Derecho Natural. Auctoritas —concepto fundamental hoy vulgarizado— que se les sigue reconociendo verbalmente confundiéndolo con la potestas —otro concepto mixtificado— para aplicar la Legislación producida por el poder político que sustituyó al poder de Dios depositado en el pueblo.


12.- La Legislación sustituye las leyes inspiradas en el Derecho Natural por el derecho positivo, las leyes y normas “puestas” por los gobernantes. Leyes que, demuestra la experiencia, tienden a orientar y condicionar la conducta a gusto de los legisladores, aunque reconozcan formalmente el derecho  del pueblo, los súbditos gobernados o desgobernados, a elegir representantes que  se supone controlan al poder. Suposición que depende de la honradez del representante, pues se ha eliminado el mandato imperativo que les obliga a responder ante los electores de su circunscripción. Y aún así no es seguro que no abusen de su cargo. En Norteamérica, donde se conserva el mandato imperativo, escribe por ejemplo Thomas Sowell:  «si votas por políticos que prometen darte cosas quitándole el dinero a otros, no tendrás derecho a quejarte cuando te quiten tu dinero y se lo den a otros, incluyéndose a sí mismos».   


13.- “La libertad de los súbditos consiste en una libertad respecto de pactos”, escribió Hobbes en Leviatán. “Con Thomas Hobbes, escribe Friedrich Hayek  en Derecho, Legislación y Libertad [6] comienza el positivismo legal en la historia moderna”. El llamado Estado de Derecho, expresión que es un oxímoron, pues todo Estado es de Derecho —tendría más sentido decir Estado de Derechos—, es una evolución del mito del Estado. Producto de las guerras entre las monarquías medievales, lo describió científicamente Hobbes influido por el Policraticus de John of Salisbury (1159), como el Gran Artificio capaz de garantizar la paz, articulando normas jurídicas. El Estado de Derecho, que se dice fue la mayor contribución de Kant al pensamiento político-jurídico, es la versión, supuestamente liberal, de la estatalidad hobbesiana en la que prevalece absolutamente el positivismo jurídico.


13,1.- La expresión francesa  État de Droit es efectivamente una traducción de la palabra alemana Rechtsstaat. Pero el Estado de Derecho es una creación de Napoleón, quien reorganizó el Estado de la anacrónica Monarquía Absoluta teniendo en cuenta la Declaración de los Derechos del Hombre objetivando el orden político de una estatalidad que no era ya propiedad de la Monarquía sino de la Nación.  Un Estado Legislativo acorde con la evolución histórica hacia la democracia republicana determinada por  el auge de las clases medias. Aunque formalmente imperial, el fugaz Imperio napoleónico no se extendió territorialmente, sino que creó Estados de Derecho en los territorios dependientes de Francia. El État de Droit y el Rechtsstaat alemán se diferencian por su origen, revolucionario el francés  y evolutivo el alemán, y porque el primero es fundamentalmente republicano, mientras el segundo  fue monárquico hasta 1918.


13,2.- La palabra  Rechtsstaat es una versión de la expresión Laws Empire del republicano inglés deudor de Aristóteles —el gran enemigo de Hobbes—, James Harrington, autor del libro, muy influyente  sobre todo en Norteamérica, The Commonwealth of Oceana (1656).[7] En Alemania, desarrolló críticamente Wilhelm Placidus (1758-1818) la idea kantiana del Estado de Derecho en 1798, aunque parece haber sido C. Th. Welcker quien empleó por primera vez el término Rechtsstaat con cierta precisión en 1813, como equivalente a “Estado de razón”. Robert von Mohl lo definió en 1829 como “Estado del entendimiento”[8] y Otto Bähr fijó el concepto en 1864.[9] Como decía Julius Stahl (1802-1861), «el Estado debe ser Estado de Derecho, que es el signo y a la verdad también la tendencia del tiempo reciente».[10]      


13,3.- El Rechtsstaat fue una evolución, influida por la revolución francesa, de los Polizeistaaten, Estados Policía, de la mayoría de los estadículos del Sacro Imperio y por el Allgemeines preussisches Landrecht sancionado en 1791 por Federico el Grande II, para quien «la finalidad del mundo consistía, según Ranke, en la felicidad individual».[11]


Tanto el modelo francés como el alemán se regulan por una Constitución, etc. y, como decía Carl Schmitt, la concepción Estado de Derecho contrasta ciertamente  con el Estado de Fuerza o de Policía, y con sus formas concretas posteriores: el Estado democrático y social de Derecho, el Estado Asistencial (Welfare) traducido como Estado de Bienestar, que liquidó por cierto, con la colaboración del Estado Fiscal que instrumentaliza el Derecho para explotar y controlar  a las clases medias —sin las que no hay democracia—, el mito de los trabajadores como la clase eternamente explotada,  y cualquier otra clase de Estado  que no se proponga exclusivamente el mantenimiento del orden jurídico.


Todo se convierte en mercancía bajo el Estado, decía Marx en Miseria de la filosofía. Y los Estados de Derecho, especialmente la modalidad hoy dominante, los Estados de Partidos, son hoy centros de negocios. Una causa, no sólo del aumento de la burocracia y de la corrupción sistemática, del aumento imparable de los impuestos —“el esclavismo del Estado” diría Jünger— y del terrorismo fiscal, pues a las oligarquías dirigentes sólo les importa controlar el dinero.[12]


      Está regresando el Estado Policía disfrazado de Estado de [los] Partidos[13] Otro motivo son los antijurídicos delitos de odio que castigan los sentimientos.


14.- El austriaco Hans Kelsen, describió el Estado de Derecho  como un Estado Constitucional en el que las normas jurídicas están jerarquizadas de modo que se autolimiten por su propio derecho positivo.  En la Constitución, es fundamental la división de poderes de Montesquieu, quien, a la verdad, estaba ya imbuido por la mentalidad estatista y reconocía el derecho del Estado a legislar como inherente a la soberanía subordinando la libertad política a la ratio status.   Describía la libertad, como «el derecho a hacer lo que las leyes permiten». Por otra parte, la división de poderes es en realidad una división de funciones, pues el poder, cualquier poder, es indivisible. El barón de la Bréde facilitó la institucionalización del Estado de Derecho como un Estado Legislativo a medida que se aleja del Derecho Natural, el Derecho del pueblo.


Las constituciones del tipo francés, tan artificiosas formalmente como el Estado, del que  son su alma, al ser obra de la oligarquía dirigente,[14] condicionaban su actividad legislativa sin despojarle de sus características. Pero la Legislación se atuvo en general durante bastante tiempo al criterio de las costumbres tradicionales concordantes con el Derecho Natural manteniendo las funciones tuitivas de las personas y los bienes. Un hito en la ruptura definitiva con la tradición del Derecho Natural fue, probablemente, el impuesto sobre la renta de las personas físicas. Una suerte, se dice, de confesión laica obligatoria contra uno mismo, que infringe además el principio jurídico elemental de que el impuesto debe ser proporcional al beneficio percibido por el contribuyente.  


15.– Decía Anthony de Jasay, que el error de fondo de la concepción de Estado de Derecho consiste en pensar que el Estado puede frenarse a sí mismo.[15] En efecto, como describió Jouvenel, los Estados iniciaron su marcha triunfal conducidos por las monarquías para ampliar el espacio público que ocupaba antes la Iglesia. La marcha culminó con el triunfo de las ideologías producto de la Ilustración y la revolución francesa. La ideología como la religión civil del Gran Artefacto que pedía Hobbes, le independizó de todo control extraestatal y comenzó el “revolucionarismo” (J. Monnerot) intervencionista que fomenta la mentalidad totalitaria, hoy generalizada, que idolatra el Estado, contra la que han empezado a sublevarse los populismos.   


Las ideologías o religiones civiles de los Estados Totalitarios ”liberales” (R. Spaemann)  impulsan la revolución legal (C. Schmitt) —«el verdadero y más peligroso golpismo» (J. Molina)— y la intensificación del positivismo jurídico  libre de toda clase de “prejuicios” burkeanos, llevándolo al extremo:[16] las oligarquías políticas —los partidos— organizan hoy la forma de vida del pueblo según criterios ideológicos cientificistas imponiendo los modos de la conducta colectiva y privada mediante las infinitas leyes y regulaciones que fabrican las máquinas estatales que siguen considerándose Estados de Derecho. Que suelen hoy denominarse con más propiedad Estados Sociales y Democráticos de Derecho, ya que su función consiste en cambiar la sociedad para “perfeccionar” la democracia. Sus fines son consciente o  inconscientemente los mismos que los de los Estados Totalitarios radicales, pero pausadamente, a largo plazo, en una revolución permanente, en la que la justicia revolucionaria crea su propia Legislación, empezando por las Constituciones que  regulan los menores detalles de la  vida pública y la privada a gusto de las oligarquías del tipo nomenklatura.


16.- El derecho positivo prescinde ya completamente de su relación con la moral como decía Hobbes, el padre del Estado de Derecho, en su entrevista con Rolshausen. Las leyes civiles no tienen en cuenta la moral, sustituida por los supuestamente inconfesados deseos sociales, maximizaciones contradictorias entre el bienestar y la virtud,quizá houellebecquianamente repulsivos.[17] El imperialismo de los deseos destruye el sentido común, falsifica la realidad y aboca al nihilismo. Refiriéndose al feminismo, escribe la periodista Esperanza Ruiz en La Gaceta de la Iberosfera: “puesto que ser mujer está al alcance del deseo, nada es mujer” y las leyes ratifican la libertad de los deseos y los promueven en España con la ley trans. Los deseos de los grupos de presión o inventados por activistas ideológicos —el activismo es hoy una profesión, una idea de Lenin— con ayuda de la estadística y las encuestas o de las mentiras de los media, se convierten fácilmente en derechos. Basta invocar los derechos humanos caros al victimismo y al sentimentalismo, que, en puridad, no son Derecho. Entre otras razones, porque como sólo los humanos son sujetos del Derecho, es superfluo adjetivarlos. Salvo para distinguirlos de los “derechos” de los animales, más protegidos ya en muchos casos que las personas. El positivismo  habla formalmente de “derechos”. En la práctica, son privilegios de lobbies o grupos de presión, que, como “poderes indirectos” (C. Schmitt), medran  a expensas del pueblo. 


[1] Otros dos ejemplos del nihilismo jurídico: la “gestación subrogada”, una trata de personas en el mercado global. Vid. Birgit Kelle, Ich kauf mir ein Kind. Das unwürdige Geschäft mit der Leihmutterschaft. Munich, FinanzBuch Verlag 2024; la legalización de la mitómana ideología  woke, de la que se dice es una religión y la psiquiatra Esther Bockwyt considera una cosmovisión en Woke. Psychologie eines Kulturkampf. Neu-Isenburg, Westend Verlag 2024.  Vid. la entrevista a la autora en Centinela, la revista de la nueva contracultura.com (15. III. 2024).


[2] Ateísmo estético, arte del siglo XX. De la modernidad al modernismo. México, Landucci 2007. Los símbolos, decía René Guénon, son representaciones sensibles de ideas y la forma más adecuada para transmitir significados no conceptuales. La liberalización del aborto y la eutanasia (menos extendida todavía) es la mejor representación del nihilismo  Los ritos, la práctica del aborto y la eutanasia en este caso, “son símbolos en acción”.


[3] F. Carpintero postula una concepción inductivista de la lex naturae, desde el punto de vista del sentido común en La ley natural. Historia de un concepto controvertido. Madrid, Encuentro 2008.


[4] Vid. G. Robles Morchón, Teoría del derecho: Fundamentos de teoría comunicacional del derecho. Madrid, Civitas 2010.

[5] Y 26.881 empresas, asociaciones como los sindicatos, las organizaciones empresariales los partidos políticos, entes públicos, comunidades de propietarios y sociedades civiles, colectivos de extranjeros, etc. reciben subvenciones de las administraciones públicas


[6] Madrid, Unión Editorial 1978.


[7] La República de Oceana. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales 2014.


[8] En Die deutsche Polizeiwissenschaft nach den Grundsäten des Rechtsstaats (1833). 1864). Se considera a von Mohl el fundador de las Ciencias Sociales. Vid. M. García Pelayo, ”Robert von Mohl y el nacimiento de las ciencias sociales”. Revista de Estudios Políticos. Nº 55 (1951). 


[9] En Der Rechtsstaat. Eine publizistische Skizze.


[10] Cit. en la antología de  J. Brand/H. Hattenhauer (eds.), Der europäische Rechtsstaat. 200 Zeugnisse seiner Geschichte. Heidelberg, C. F. Müller UTB 1994 nº 136.


[11] Preussische Geschichte II. 1740-1806. Munich, Wilhelm Goldmann Verlag 1965. P. 53


[12] El patriotismo consiste en pagar los impuestos, sentencia el dr. Sánchez copiando a Pablo Iglesias, Harari, Aaron Sorkin. Lógico: patriotas como el Sr. Koldo y adláteres no podrían hacer negocios sin los impuestos, para lo que utilizan sociedades ficticias. Las personas físicas titulares de cuentas corrientes en los bancos sólo pueden sacar menos de 1.000 euros debido una regulación de la sovietizante Unión Europea.


[13] M. Brodkorb, Gesinnungspolizei im Rechtsstaat? Der Verfassungsschutz als Erfüllungsgehilfe der Politik. Sechs Fallstudien (¿Actitud policial en el Estado de derecho? La Procuraduría de la Constitución como cómplice de la política.  Estudio de seis casos). Springe,zu Klampen Verlag 2024.


[14] Las constituciones a la francesa son positivistas. De ahí el auge del derecho administrativo para proteger contra abusos concretos, no los generales del poder político, pues no admiten el derecho de resistencia (salvo casos aislados como la Constitución paraguaya); acaso, la desobediencia civil. Sobre el derecho administrativo, A. Vermeule, La abdicación del Derecho. Del imperio del Derecho al Estado administrativo. Valencia, Tirant lo Blanch 2018


[15] Vid.  El Estado. La lógica del poder político. Madrid, Alianza 1993. Jasay comienza peguntándose, porque ha dejado la teoría política de plantearse desde Maquiavelo la cuestión fundamental de la naturaleza del Estado.


[16] Según Emmanuel Todd en su último libro —dice que no volverá a escribir—, La défaite de L’Occident (París, Gallimard 2024), «los años 2000 pueden definirse de  manera precisa y absoluta, como los años de la desaparición efectiva del cristianismo en Occidente». Y  Frédéric Eparvier lamenta en una recensión del libro de Todd en la revista Polémia (15.II.2024), que, efectivamente, con la declaración Fiducia supplicans, «la Iglesia católica ha dejado de ser cristiana en 2023». Las religiones inmanentistas habrían triunfado sobre las trascendentes y quedaría expedito el camino para todo tipo de despotismos y tiranías.


[17] Hughes, “La repugnancia houellebecquiana”. La Gaceta de la Iberosfera.com (5. IV. 2023).


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